jueves, 26 de mayo de 2011

La "Tota" No Pudo

Habiendo pasado escasos días desde las elecciones primarias en nuestra provincia, ha habido ya una innumerable cantidad de análisis hechos y deshechos en base a especulaciones futuras, pero, también y fundamentalmente, sobre la performance de los pre-candidatos de las distintas fuerzas políticas que, el 22 de mayo, aspiraban a obtener la mayor parte de la representación de los santafesinos por medio de sus votos.

Si hay una verdad en todo proceso electoral, es que los números no mienten, y en el caso particular que se analiza en el presente artículo, los números, además de no mentir, demostraron una realidad ineludible: para hacer política, hace falta mucho más que una cara famosa.

Miguel Torres Del Sel, pre-candidato por la “Unión Pro Federal”, improvisado soldado de Macri en la provincia, apareció súbitamente en el escenario político santafesino codiciando el puesto principal de la Casa Gris, con una perorata tan vacía y carente de contenido como lo fue volátil en su naturaleza discursiva.

Cuando desde los principales frentes electorales como fueron el “Frente Santa Fe para Todos” y el “Frente Progresista Cívico y Social”, sus pre-candidatos en todas las categorías explicaban y presentaban sus propuestas, plataformas electorales, proyectos políticos y futuras estrategias de gestión, “el Profe”,(apodo que se le atribuyó en determinados medios a Miguel Torres del Sel al argumentar que estaba capacitado para gobernar la provincia porque era profesor de educación física, a pesar de que nunca en su trayectoria de vida se interesó siquiera en conocer la geografía ni mucho menos las problemáticas que acaecían en Santa Fe) orgullosamente se presentaba en los medios de comunicación diciendo que era un “buen tipo”, con “buenas intenciones” , y que su principal fuerte era que no venía de la política ni que se había interesado en ella, cuestión para nada menospreciable al considerar su aspiración a ser gobernador de una de las provincias más ricas y más densamente pobladas de la Argentina.

Obviamente no se está aquí descalificando el derecho de todo argentino de poder ser electo para un cargo público, pero los derechos conllevan responsabilidades, y la responsabilidad en el caso de Torres Del Sel parece haber sido omitida conscientemente tanto por él como por el partido político (PRO) que lo impulsó de un día para el otro a tratar de hacerse de la gobernación de Santa Fe. Como es de esperarse en cualquier candidato que anhele un cargo de tal importancia, es necesario un “mínimo” de conocimiento sobre la realidad santafesina, en base a cuestiones como la seguridad, la educación, el empleo, la producción, la descentralización de los recursos a nivel provincial (por nombrar algunas), y cuáles serían sus propuestas con respecto a las mismas. He aquí la tragi-comedia del discurso de este comediante, ya que al inquirirlo sobre estos puntos, su respuesta era cuasi inexistente, al transmitir que, paradójicamente, el aún no estaba preparado para responder a tales preguntas, por lo que se rodearía de “gente” que “conocía” sobre las mismas, y que en base a ellos, dirimirían las estrategias correspondientes.

Al escuchar y leer este tipo de declaraciones, uno se preguntaba si lo que había presenciado era un nuevo sketch humorístico de MIDACHI, pero al ver que hasta sus compañeros del trío comediante objetaban la decisión de Torres Del Sel en sus aspiraciones políticas, no quedaba duda de que esta era la triste realidad.

Afortunadamente, la sociedad santafesina supo ver esta artimaña que tomó por sorpresa a más de un ciudadano. Demasiado sufrió nuestro país por personajes como éste que en la década del noventa trataban de hacer un uso inescrupuloso de su fama (o infamia en determinados casos) para engañar al electorado y tratar de crear una imagen ilusoria de que mientras más lejos se esté de la política, mejor le iría al país.

Al establecer un análisis sobre este tipo de “figuras políticas”, hay que, además de observar y analizar exhaustivamente su “itinerario” público, remitirse en este caso a los números duros que nos dejó la última elección. De un total de 1.764.084 votantes, fueron 1.528.593 ciudadanos los que con su voto NO confiaron en la parafernalia, la superficialidad y el intento de ridiculizar el sistema electoral democrático votando a un paracaidista ajeno a cualquier tipo de intención válida para dirigir la provincia. Torres Del Sel apuntó, diciéndolo el mismo, al voto simpático, y eso trató de establecer en cada declaración pública que realizó. Utilizando una estrategia de no hablar (ya que directamente no podía hablar sobre cuestiones que le eran totalmente desconocidas), no escatimó recursos a la hora de tratar de engañar al electorado hacia una fórmula que encabezaba que no tenía ni pies ni cabeza.

El engaño obviamente no funcionó, los números lo dicen, y ese escaso 13% obtenido el pasado fin de semana, remite a un electorado que nos recuerda el exacerbamiento de la sociedad en el 2008 con respecto a la resolución 125, donde el sistema democrático era totalmente menospreciado, donde figuras iban y venían en un intento sórdido de separar a la sociedad en base a intereses económicos netos sin discutir sus motivos ulteriores que eran clara y perfectamente ideológicos.

Miguel Torres Del Sel es un remanente de la decadencia dirigente que presenciamos con la “pseudo clase política” argentina de la última década del siglo pasado, y eso fue lo que se demostró el pasado 22 de mayo en las urnas.

87 de cada 100 santafesinos, le dijo “NO” a Torres Del Sel. 87 de cada 100 santafesinos demostró con su voto que lo que requiere esta provincia son personas capacitadas y con el conocimiento suficiente como para confiar en ellos la seguridad de sus barrios y de su familia, la educación de sus hijos y la estabilidad y el desarrollo de su provincia. 87 de cada 100 santafesinos le dijo a Miguel Torres Del Sel que con la democracia no se juega, que las improvisaciones las deje en el escenario artístico, que no las traslade al ámbito público.

publicado en:

http://derf.com.ar/despachos.asp?cod_des=423226&ID_Seccion=30

sábado, 5 de marzo de 2011

La despersonalización de la Política, el paso que nos falta dar



En nuestro país, como sucede en muchas otras partes más del mundo, nos encontramos ante una situación que se remonta a miles de años atrás si estudiamos la historia de la organización política de las sociedades, pero en la Argentina respectivamente, estamos ante un proceso de ultra personalización de la política en vez de lograr un paso evolutivo hacia lograr una mayor institucionalización de la misma.

La política y los personajes carismáticos han ido siempre de la mano en la construcción política que se ha dado en nuestra nación, y esto también tiene eco en nuestro pasado revolucionario, en nuestra organización estatal, y ampliando un poco el análisis, en nuestra sociedad en general.

Nuestro pasado caudillista, donde una persona de gran carisma y capacidad de organización era la responsable de reunir en torno a su causa no sólo lo que hoy llamaríamos “adherentes” o “simpatizantes” a sus principios e ideas, sino también un contingente militar que sepa defenderlos y luchar por ellos, ha tenido una huella de gran significancia en la conformación de los partidos políticos tradicionales en nuestro país, así como también en los procesos de transformación política y en los movimientos sociales y populares.

Desde aquellas guerras entre Federales y Unitarios, donde se estableció el camino a seguir para la conformación de un Estado Nacional unificado, pasando por la conformación de la Unión Cívica Radical con Leandro Alem y más tarde con uno de sus personajes más importantes Hipólito Irigoyen, el nacimiento y consolidación del Partido Justicialista con Juan Domingo Perón y Eva Duarte de Perón, hasta las lamentables políticas neoliberales de los años 90, e incluso hasta las políticas de reinserción social, redistribución de la riqueza y reindustrialización de los últimos dos gobiernos nacionales desde el año 2003 por dar algunos ejemplos, hemos vivido transformaciones políticas y sociales de gran trascendencia pero que nunca han sido vistas ni estudiadas en profundidad sin referenciarnos directamente a “La” o “Las” personas que las llevaron a cabo. Esta explicación puede parecer demasiado simplista debido a los ejemplos elegidos, pero debido a la naturaleza de este artículo, debo de tener en cuenta que la extensión no sólo juega en contra del objetivo buscado, sino que tampoco es un artículo de historia.

Volviendo al tema original, como mencioné anteriormente, la construcción política en nuestro país siempre se referencia en la persona que conduce o representa determinado sector político. Hoy en día no hablamos de Proyecto Sur sin hablar de Pino Solanas, del Frente para la Victoria sin mencionar a Néstor Kirchner o a Cristina Fernández de Kirchner, del PRO sin hablar de Macri, del “peronismo” de los 90 sin tener como referente a Menem. Esto tampoco es ninguna novedad como dije, pero también se relaciona con la naturaleza de nuestra sociedad en lo que a conducta política respecta. Como ciudadanos, no nos caracterizamos por ser una comunidad informada a la hora de elegir nuestros representantes, sino que el “encanto”, el carácter o muchas veces la apariencia del candidato terminan siendo más significativos a la hora de sumar votos para su causa que sus propuestas de gobierno o su plataforma política. Esta declaración puede parecer un tanto agresiva, pero no por eso deja de ser cierta. La Argentina no es el único país donde esto sucede, pero debemos de tener en cuenta que mientras más sigamos aferrándonos (consciente o inconscientemente) a este tipo de situaciones, mayor será nuestra dificultad para poder madurar políticamente.

Pero algunos de ustedes se preguntarán tal vez ¿Por qué es esto un problema?, ¿Cuál es la necesidad de separar los proyectos políticos de una persona y lograr que estos se institucionalicen? Estas preguntas tienen respuestas que nuestra propia historia y la historia mundial pueden responder sin tener que hacer un análisis exhaustivo de las mismas. En un principio, al mismo tiempo que referenciamos un proyecto político a una persona, éste corre el riesgo de tener la misma calificación subjetiva que deriva de la persona que lo lleva a cabo. De esta manera, sin importar qué es lo que el proyecto político en sí representa, podemos defenestrarlo o ensalzarlo tan sólo por cómo es o nos parece ser la persona a la cual lo referenciamos. Consideren esto por un momento, porque esto no es algo que solamente haya ocurrido en nuestro país, sino que algunas de las peores atrocidades de la humanidad han tenido lugar gracias a este pequeño concepto. Miles y millones de personas han sido “enamoradas”, guiadas y convencidas por figuras políticas que han destruido no solo sus estados con políticas deplorables de entrega total, sino que los mayores crímenes contra la humanidad también han tenido estas características.

Otro motivo por el cual el despersonalizar la política es totalmente necesario para nuestro país, se encuentra en nuestra casi nula capacidad de establecer políticas estatales a largo plazo que direccionen a la Argentina en un camino sin cortes abruptos ni retrocesos innecesarios. Esta cuestión está muy relacionada con lo que expliqué anteriormente; atando un proyecto político o un proyecto de país a una personalidad determinada, estamos sujetos a que los cambios de gobierno, sobre todo cuando el color político de la presidencia también cambia, se haga lo que en la Argentina es más que común, un “borrón y cuenta nueva”. Obviamente esta situación no se explica solamente por la referenciación del proyecto a una persona, pero sí tiene un aspecto más que relevante a la hora de realizarlo. Nuestros dirigentes incontables veces han omitido lo que sus predecesores han hecho y a veces hasta lo han tratado de destruir sistemáticamente de acuerdo a sus intereses personales o de grupo, sin considerar las buenas políticas que deberían de trascender los cambios gubernamentales para instituirse en políticas estatales que marquen una senda hacia una verdadera inserción social de todos los argentinos, y un proyecto de país que reivindique su soberanía tanto política como económica en favor de su pueblo.

Es hora de que como pueblo, empecemos a analizar las propuestas, proyectos y discursos de nuestros dirigentes como así también de los candidatos que en un futuro nos representarán. Es hora de que nosotros mismos empecemos a debatir sobre estas cuestiones que muchas veces nos parecen ajenas. Debemos de estar informados a la hora de elegir a quién o quienes decidirán nuestro futuro, debemos saber qué es lo que piensan o quieren hacer. Sin este salto cualitativo en nuestra sociedad correremos el riesgo de ser engañados con “espejitos de colores” que desvíen nuestra atención de lo que nuestros gobernantes puedan llegar a hacer.



Ignacio Spontón Costa

El Circo Mediático



En mis días de infancia cuando el circo llegaba a la ciudad se anunciaba con gran algarabía. Había megáfonos por doquier y hasta aviones que repetían el mismo mensaje una y otra vez, aumentando así la expectativa del niño de querer presenciar esas fantásticas acrobacias, aquellos exóticos (y pobres) animales y a los “valientes” domadores que ante nuestros inocentes ojos arriesgaban la vida al enfrentar a tan peligrosas fieras. Payasos y malabaristas desfilaban frente a nosotros asombrándonos y alegrándonos, robando de nuestras bocas maravillosas carcajadas.

Hoy en día, me encuentro ante una situación similar a la que recuerdo de aquellas épocas, pero lamentablemente esta vez no es alegría ni risas lo que me producen, sino todo lo contrario, un gran pesar y disgusto al ver que la naturaleza cirquera ha mutado a un ámbito donde la objetividad y seriedad deberían de ser los valores que se respeten y sigan, me refiero al nuevo Circo Mediático que no aparece por temporadas, sino que lo tenemos todos los días en nuestras casas.

Igualmente que en el circo tradicional, observamos malabaristas, payasos, acróbatas, animales (no tan exóticos), domadores (pero esta vez no de fieras, sino de conejos), magos y como siempre, el dueño del circo que dirige toda la función.

Encendiendo la televisión o la radio, leyendo los diarios que antes teníamos como referentes fundamentales o termómetros de la realidad argentina, vemos y oímos a dirigentes políticos, periodistas, analistas o “especialistas” políticos y económicos que sinceramente deberían de ponerse el bonete y la nariz roja para salir en los medios, porque otra explicación no existe para que puedan actuar y hablar de la forma que lo vienen haciendo si no viene enmarcado dentro de un ámbito humorístico, y un humor demasiado negro para mi gusto para ser franco.

Payasos como Lilita, Pinedo o la pato Bullrich, cuyas declaraciones cambian de acuerdo ha como se levantaron ese día o a lo que su patrón Magnetto les dijo, donde conviene decir cualquier cosa con tal de decir algo, donde en vez de reírnos de sus payasadas, con sus payasadas ellos se ríen de nosotros los argentinos y tiran tortazos por diestra y siniestra total saben que en algún momento los que terminarán con la cara sucia serán ellos.

Malabaristas como Macri, De Narváez o Duhalde, que con sus ardides y trucos tratan de desviar la atención del público para que no vean lo que son en realidad o lo que hicieron en el pasado. Con sus malabares hacen girar los platillos, mantienen en el aire incontables objetos, escupen fuego por la boca, con tal de mantener embobada a la ciudadanía con numeritos baratos.

En fin, la lista de estos nuevos “artistas” del Circo Mediático se acrecienta día a día, pero están ante un problema, la cola de personas que asiste a ese circo se está achicando. Con el debate político instaurado en la sociedad, con el ciudadano informado y no desinformado por este bochornoso espectáculo, sus actos y trucos están quedando viejos, obsoletos y demasiado evidentes.

Nos encontramos ante un momento histórico en la vida política de la Argentina, donde demasiados hechos diarios demuestran como los poderes económicos concentrados manipulan a su antojo a muchos de los “representantes” de nuestro pueblo, donde lo hacen tan abiertamente que uno se pregunta si nos están tomando el pelo o verdaderamente no les importa que lo sepamos. De nosotros depende que este tipo de espectáculos se termine de una vez por todas y que el circo quede en el ámbito donde debe estar, en las carpas y hecho por artistas que nos maravillen con sus proezas, no por individuos pseudo-serios que tomen a la actividad circense como un hobby para hacernos llorar a todos los argentinos con sus mamarrachos diarios.


Ignacio Spontón Costa

viernes, 4 de marzo de 2011

La Despedida de un Grande y el Despertar de un Gigante


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En una controvertida publicación en los años 90, Francis Fukuyama hizo una declaración que hizo vacilar al mundo. Nos encontrábamos según dicho autor en el “fin de la historia”, donde las “ideologías ya no son necesarias y han sido reemplazadas por la economía” (léase el liberalismo económico y político mas conocido en nuestros pagos como neoliberalismo), afirmando que el motor de la historia, en resumidas cuentas el corazón del hombre, su deseo de reconocimiento, su instinto y pasiones en conjunto con su alma espiritual donde residen las altas ideas y la razón, se había paralizado al caer el comunismo y terminarse la guerra fría.

No debemos sorprendernos de este tipo de pensamientos, tanto por el origen de la hipótesis como también por el contexto vivido en aquella época. El mundo era el mundo occidental, mejor dicho, el mundo “moderno”, “desarrollado”, donde las teorías venían a explicar el funcionamiento de esta muy acotada y “homogénea” parte del mundo. La caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS movieron los cimientos del mundo “occidental” de tal modo que muchas ideas, paradigmas e hipótesis se plantearon solo mirándose al ombligo.

Así, también llevados por la vorágine neoliberalista impulsada desde el centro “desarrollado” hacia la periferia “subdesarrollada”, un planteo ideológico desideologizante y despolitizador en conjunto con una política económica “abarca todo” llevo a la Argentina (en conjunto con la periferia) a consolidar desde las ideas el proceso sistemático de eliminación de identidades, ideales políticos y personas que había empezado en nuestro país desde los golpes militares de la década del 60 y 70.

Mas de una década tuvo que pasar desde aquella frase de Fukuyama para que desde nuestro país, un hombre, del que muchos dudaban y desconfiaban en un principio, pueda trastocar, revertir y convertir en obsoletos todos los supuestos que seguían implantándose en la sociedad argentina. Néstor, con su informalidad, con su forma de ser desestructurada, con sus aciertos y errores, pero por sobretodo con sus ideas, valores y hechos le devolvió al Pueblo Argentino la esperanza. La esperanza de que todo era posible con esfuerzo, de que las ideas no debían quedarse en la abstracción sino que podían llevarse a cabo, de que el sentimiento, la pasión y el corazón eran fundamentales para transformar la realidad que conocemos. Nos devolvió la garra, la fuerza y las ganas de militar, de debatir, de discutir y tomar posiciones, de pensar el mundo que queremos en términos de utopías realizables, de realidades alcanzables, de dejar el cómodo sillón de la indiferencia y pararnos frente al mundo armados con nuestros principios e ideas, con nuestras propuestas y proyectos, con nuestros sueños y esperanzas.

Néstor y Cristina no son solo personas a seguir en nuestro país, representan una idea, un proyecto de país soberano, libre, popular y justo. Néstor nos devolvió a los argentinos la posibilidad de crear historia, de escribir nuestro presente y futuro con memoria del pasado, de establecer un nuevo paradigma desde donde construir una Nación Argentina integrada a su continente y no atada desvergonzadamente a Europa o Estados Unidos. Nos devolvió la identidad nacional y latinoamericana, el orgullo de ser argentino y latinoamericano.

Cuando Néstor Kirchner partió, cuando su espíritu fue a encontrarse con sus compatriotas desaparecidos que tanto defendió y reivindicó en vida, nos dejo una responsabilidad, una tarea, un legado. Cuando Néstor Kirchner abandonó nuestros parajes, no lo hizo del todo, ya que su energía, su fuego, sus principios siguen vivos en cada uno de los argentinos. Cuando Néstor Kirchner cerró sus ojos, millones de argentinos abrieron los suyos.

Apostar a los jóvenes, discurso y realidad

La participación política de los jóvenes ha sido, sin lugar a dudas en la Argentina, una de las variables que más se ha repetido y que más ha sido buscada en los verdaderos cambios políticos que se han realizado a nivel nacional, y que han entablado nuevos rumbos progresistas y reformistas a nivel latinoamericano

















Desde la creación de los partidos de cuadros técnicos a los partidos de masas, la juventud siempre tuvo un papel preponderante a la hora de formar el sector vanguardista interno, que de una u otra forma expresaba y expresa en la actualidad, las actitudes de reconocimiento de valores y principios ideológicos por sobre el pragmatismo básico, direccionando de este modo el rumbo político a seguir, hasta a veces sin la venia de la dirigencia de turno. Como es común a todo concepto que tiende a generalizar un aspecto compartido, no siempre ha sido éste el caso, en lo que concierne a los rumbos progresistas que se puedan tomar, sobre todo si cometemos el error clásico de tomar conceptos actuales y trasladarlos directamente a los distintos segmentos de nuestra historia sin considerar su contexto idiosincrático y temporal.

Considerando la Generación del 37, la Generación del 80, la creación del Partido Socialista, de la UCR, y de la ideología anarquista que se dieron lugar en el siglo XIX, donde además de las obvias diferencias ideológicas y políticas que podamos llegar a tener con cada uno de estos ejemplos, no podemos omitir la impronta reformista que los ha revestido, y sobre todo el asentamiento en la franja etaria de la juventud que han tenido en su tiempo, principalmente desde el ámbito intelectual y universitario en esas épocas.

En la segunda mitad del siglo XX es donde vemos como la actitud y el accionar político de la juventud deja de lado su historia meramente reformista para instaurarse en un movimiento verdaderamente revolucionario y progresista como lo fue el nacimiento y la creación del justicialismo encabezado por Juan Domingo Perón , el cual incluye dentro de la construcción política del día a día a todos los sectores de la sociedad en lo que llamó “La Comunidad Organizada” , y que por medio de las medidas y políticas que abordó, supo incluir el factor de compromiso social, de defensa de los valores, principios y posturas, y la inquebrantable voluntad y fuerza que los jóvenes poseen por naturaleza (y que algunos aún no han sabido explotar).

Pero es en la resistencia, en la defensa con el cuerpo y alma , donde el sentimiento de la juventud supo como crecer y alcanzar la inmortalidad. Fue en la época de la proscripción, de los gobiernos de facto, en la época de las mayores injusticias, en la época de los genocidios, en la carnicería diaria que llevaban a cabo los traidores a la patria, donde los jóvenes le demostraron al mundo, que sus ideas, sus principios, sus valores, su Argentina, valían tanto como su vida, y que con ella (su vida) harían valer sus posturas, no solo en la participación, sino también en la lucha, no solo en el hablar, sino también en el hacer, no en el rendirse a lo inevitable, sino a prevalecer en lo imposible .

Desde la vuelta a la democracia, incontables fueron los discursos que aseveraban la importancia de la juventud, mientras la denigraban, mientras le quitaban los medios que tenían para educarse, para participar en la vida política, para vivir. Tratando de frivolizarla, de que se atengan solamente a las cuestiones superfluas de la vida, a que se comporten en su corta edad, alejados del compromiso social abordado por las generaciones que les precedieron. ¿Por qué?, porque no era conveniente, no entraba dentro de su proyecto individualizador y despolitizante la actitud guerrera, principista y revolucionaria que los caracteriza.

Desde el 2003, pero principalmente desde el 2007, la juventud vio en lo que antes era siempre el chivo expiatorio de todas las críticas al sistema (la figura presidencial y el gobierno de turno), como su forma de pensar, de expresarse, de actuar, se estaba llevando a cabo desde una estructura de poder. Los jóvenes vieron a Néstor Kirchner y a Cristina Fernández de Kirchner romper los lazos de dependencia humillante para con los poderes internacionales, cambiar y oponerse al status quo establecido tradicionalmente en nuestro país por décadas, renovar el verdadero nacionalismo y enorgullecer a los ciudadanos de ser argentinos, incluir a la sociedad en su conjunto a un proyecto de país nacional y popular con un compromiso social de hechos y no de palabras. Todo esto, que también fueron las cuestiones por las que en la mitad del siglo XX la juventud pasó a ser revolucionaria y progresista a nivel político, despertó nuevamente esa chispa inmortal que nuestros compañeros y compatriotas desaparecidos dejaron en nosotros para que continuemos su lucha.

El kirchnerismo, le dio a la juventud un ámbito en el cual fueron escuchados, pero no solamente escuchados, sino que los hicieron participes de las transformaciones sociales de la realidad que llevaban a cabo.

Santa Fe este año es el vivo ejemplo de esto, por primera vez en la historia de nuestro país, un dirigente político como es Agustín Rossi les ha brindado la oportunidad a los jóvenes para que sean verdaderos protagonistas del cambio que ellos querían realizar, y se ha conformado una lista a diputados provinciales hecha de pies a cabeza con candidatos jóvenes, con un promedio de edad de 28 años. No solamente fueron tenidos en cuenta el factor de la edad y de la militancia política en la disposición de los lugares en la lista “Jóvenes para la Victoria” , sino que también se ven representados en la misma distintos sectores de la sociedad que han sido excluidos de la vida política constantemente como lo son los pueblos originarios, organizaciones por la identidad sexual, organizaciones de defensa de los derechos humanos y más.

En fin, la oportunidad para que los jóvenes sean verdaderamente protagonistas en la política santafesina está más presente que nunca, ahora le toca el turno a la sociedad en decidir por medio del voto, si ésta renovación de caras y principios, valores y proyectos, de sangre joven e ideas frescas, es lo que necesita y quiere para los años venideros.

Ignacio Sponton
ignaciosponton@hotmail.com